Hace unos años, observé en televisión un programa muy interesante acerca de la invención del primer cronómetro marino de precisión, y cómo este permitió (finalmente) solucionar el llamado “Problema de la longitud” que nadie había podido resolver hasta su invención y pruebas a finales de 1700.
General Zheng He statue in Sam Po Kong temple, Semarang, Indonesia |
John Harrison logró algo que permitió que la navegación y exploración alcanzaran una exactitud sin precedentes en la historia. La elaboración de mapas mejorados, y la seguridad en la localización de las naves en altamar permitió que la exploración de la Tierra se extendiera a todos los rincones inexplorados del planeta.
Pero (Generalmente existe un pero para muchas cosas) si hemos visto mapas mas antiguos con una exactitud mayor a mapas europeos de la época de Harrison, ¿Cómo fue posible que se lograran mapas como el de Rotz (1542) en el que el continente africano está casi perfectamente dibujado, o el llamado Mapa de Cantino de 1502?
Recuerdo haber visto unos mapas antiguos en un libro que hablaba sobre los “misterios de la antigüedad” y en el que se hablaba de la, calificada como única explicación posible, ayuda alienígena en la elaboración de esos antiguos mapas. Realmente es muy sugerente el hecho de ver mapas como los denominados de Fra Mauro (1459), o el Kangnido (hacia 1400), el de Waldseemuller (1507) o los anteriormente citados mapas de Rotz y Cantino que son los mas impresionantes desde mi punto de vista, por la acertada descripción, en especial del continente africano, la Península Arábiga y la India.
Debe tenerse en cuenta que los mapas citados (con excepción del Kangnido) son copias de mapas anteriores que llegaron a manos europeas por otros medios. La pregunta que surgía inmediatamente era: Y entonces, ¿Quién o quiénes fueron los dibujantes originales?
Mapa de Cantino - 1502 - Biblioteca Estense Universitaria, Modena, Italy |
Estos dibujantes originales parece ser que tuvieron herramientas de medición muy precisas trescientos años antes que Harrison, de otra manera no se explica cómo se pudieron lograr esa exactitud en el trazado de esas cartas.
Según la historia moderna, fue solamente hasta 1488 cuando el camino a oriente por el sur lo descubrió Bartolomeu Dias, doblando el denominado después como Cabo de Buena Esperanza y dándole a los portugueses una ventaja sobre el resto de Europa en la apertura de nuevas rutas comerciales, tal como lo describió J. de Barros en su obra “De los hechos que los portugueses hicieron en el descubrimiento y conquista de los mares y tierras de Oriente":
“Además de colocar estelas de piedra en lugares señalados con el cómputo de las distancias que recorrían en la costa africana, ponían también nombre a los cabos y ensenadas que descubrían. […]
Partidos de allí dieron vista a aquel grande y notable cabo, encubierto por tantos siglos, como aquel que no solo se descubre a sí mismo sino a otro nuevo mundo de tierras, al cual Bartolomé Dias y sus compañeros, a causa del peligro y las tormentas que pasaron al doblarlo, le dieron el nombre de Tormentoso, pero el rey Don Juan, al volver ellos al reino, le dio otro nombre más ilustre, llamándole cabo de Buena Esperanza, por la que prometía del descubrimiento de la India, tan esperada y por tantos años buscada”.
Pero el solo hecho de llevar cartógrafos o explorar las costas minuciosamente como lo hicieron estos navegantes de la Escuela de Sagres, no les permitía dibujar unos mapas tan exactos geográficamente. El problema radica en la medición acertada de la longitud.
La longitud y la latitud son dos medidas que nos dicen la posición de un objeto o lugar sobre la esfera terrestre.
La latitud, mide la distancia desde el Ecuador (La línea del Ecuador) hasta ese punto. La longitud mide la distancia a partir de un meridiano de referencia. La línea del Ecuador divide la Tierra en los hemisferios norte y sur, teniendo como medida máxima los 90°, que son los puntos situados en los polos geográficos.
La longitud, mide (en términos actuales) la distancia de un punto, en grados, desde el Meridiano de Greenwich, hacia el este o el oeste, y cuya medida máxima son los 180°.
La latitud geográfica puede determinarse fácilmente, y de hecho así se ha hecho por siglos, tomando como medida la elevación del Sol sobre el horizonte en diferentes épocas del año, o midiendo la elevación de la estrella polar, aunque esto solo aplica para el hemisferio norte.
La longitud por otra parte, es la distancia angular medida desde una línea de referencia o meridiano, que va de polo a polo, y para nuestra época moderna, esa línea de referencia es la línea que une los polos geográficos y cruza por la localidad inglesa de Greenwich en la que se situaba un importante observatorio astronómico.
De esta manera, la latitud era relativamente más fácil de medir, ya que tiene como referencia al círculo máximo de la Tierra, pero en el caso de la longitud se tiene como referencia un punto arbitrariamente fijado. A través del tiempo, se han definido diferentes puntos de referencia. Por ejemplo, Ptolomeo, en el año 150, ubicó su punto de referencia en las Islas; luego se fijaron otros como Jerusalén, Copenhague, San Petersburgo, Paris o Filadelfia. Desde 1883, se determinó que el punto 0° de longitud sería Greenwich.
Por ejemplo, Bogotá está situada a 4°35’ latitud norte y 74°4’ de longitud oeste. Esta medida nos dice exactamente dónde buscar en la esfera terrestre y es única para ese punto en particular.
Medir la longitud es por esto mucho más complicada de medir. No se puede ter como referencia solamente la posición del Sol o las estrellas, debido a que la esfera celeste se mueve constantemente. Debido a esto, se necesitan dos mediciones que tienen que ver con la medición del tiempo: Primero, la medición del tiempo local donde se realiza la observación, y otra, la medición del tiempo local pero en el sitio de referencia.
Esa dificultad en saber el tiempo de referencia y la sincronización de las mediciones era lo que provocaba la inexactitud en los trazados de los mapas antiguos. Una solución podría ser la de tener como referencia eventos regulares conocidos para los cuales se pudiera tener una referencia de tiempo exacta. Galileo encontró que el movimiento regular de las lunas de Júpiter podrían ser utilizadas. Esto no sirvió de mucho para la navegación pero sí para medir en posiciones terrestres, lo que permitió mejorar mucho la elaboración de mapas, y se supo entonces que los continentes estaban mucho mas alejados o mas cercanos de lo que se creía. Se dice que el Rey Luis XIV de Francia dijo alguna vez que había perdido mas tierras por culpa de un astrónomo que por culpa de las guerras.
Pero en el mar el asunto era muy diferente, no se podían tomar mediciones precisas desde un barco en movimiento. Inclusive, en la época de los relojes de péndulo, estos sufrían de atrasos o atascos, o se alteraban por las diferencias de atracción gravitatoria terrestre, por los líquidos lubricantes que cambiaban su viscosidad o se solidificaban y por otras muchas, se hacía imposible tener una localización medianamente aceptable en altamar.
Nos puede parecer un asunto menor, porque hoy en día podemos hacer el mismo trabajo de medición con dos relojes de pulsera y seguramente podríamos realizar una travesía sin mucho error. Pero antes era un asunto que podía ser de vida o muerte: Durante la noche del 22 de octubre de 1707, un grupo de cinco barcos, al mando del almirante Clowdisley Showell de regreso a Inglaterra luego de una batalla en el Meditarráneo contra tropas francesas, se hundieron en cercanía de las Sorlingas, unas islas muy pequeñas situadas a 30 kilómetros del punto suroccidental de la isla, y como resultado de un error en el cálculo de su posición se perdieron unas dos mil vidas.
En 1714 se creó en Inglaterra un premio: Veinte mil libras a quien diera con una solución técnica y verificable que permitiera medir con exactitud la longitud. Ese premio lo ganó John Harrison en 1773, casi sesenta años después, ya ven lo difícil y vital que era el asunto para las potencias marítimas del viejo mundo.
H-1, el primer reloj marino realizado por Harrison. Se puso a prueba en 1736 en un viaje a Lisboa De Jonathan Cardy - Trabajo propio, CC BY-SA 3.0, |
Ahora, volvamos al asunto de los mapas anteriores a esa época y que muestran al continente africano geográficamente casi correcto en términos modernos.
En realidad, siempre ha sido difícil para mí creer que todos los logros de nuestros ancestros hayan sido siempre o casi siempre, obra de ayudas externas como los alienígenas. Siempre he pensado que desde el comienzo de nuestro ascenso como especie han existido personas que han mirado con otros ojos el mundo, y que desarrollaron soluciones a problemas que hoy nos parecen difíciles de resolver, aún en medio de nuestro mundo tecnificado. Por ello admiro a las personas que construyeron Stonehenge, Tiahuanaco, las pirámides, las carreteras incas, las pirámides mayas; o, sin necesidad de nombrar grandes obras, logros como el cálculo del año solar maya, o los ciclos de eclipses por los antiguos griegos, las observaciones astronómicas chinas, la invención del cero, el cálculo de las dimensiones de la circunferencia terrestre, etc.
Para mí fue un gran placer encontrar que había (y podía haber una explicación diferente) a todo ese “mundo paralelo” que se mostraba en muchas publicaciones, o inclusive, en lo que se enseñaba o se enseña aún hoy en nuestros colegios. Recuerdo que una vez le dije a mi hija cuando estaba estudiando primaria, que le dijera a su profesora de historia algo respecto al descubrimiento de América. Ella le dijo que estaba errada al decir que Colón y todos en su época pensaban que la Tierra era plana, y que ellos llegarían al borde del mundo y caerían en abismos infinitos infestados de monstruos … Le dijo que solamente lo pensaba la gente sin educación, pero si Colón, o los reyes de España o Portugal hubieran pensado que eso era cierto y que la Tierra no era una esfera, no habrían llegado a las Américas nunca; pero eso era lo que decía la profesora, y obviamente no le gustó para nada verse desafiada.
Encontré que había un lado de la historia casi inexplorado o explicado, al menos en nuestro medio, y era el oriente.
Grandes culturas surgieron en oriente inclusive antes de los grandes imperios de occidente. Para la época del descubrimiento de América, los Chinos tenían una cultura y una tecnología que no se vería en Europa hasta siglos después. Grandes inventos llegaron de oriente y cambiaron occidente para siempre como la pólvora, la imprenta, la brújula y otros como la elaboración de la seda.
Los chinos fueron grandes exploradores y comerciantes. Las zonas de recolección de las especias llegaron a ser dominadas por mercaderes chinos y llegaban a Europa a través de intermediarios en la India o a través de mercaderes Musulmanes. Acceder a esas áreas era imprescindible para Europa, más imprescindible aún después de la caída de Constantinopla a manos de los Musulmanes.
Los chinos llegaron a tener unas gigantescas flotas que exploraron los mares que pueden explicar muchos de los “grandes misterios” de la antigüedad que se atribuyen a influencias extraterrestres, como los famosos mapas, la distribución de plantas y animales en sitios donde no deberían estar cuando los descubrieron, la explicación de mitos en el Nuevo Mundo de gentes sabias que les enseñaron artes, la explicación al parecido de técnicas entre los indígenas americanos y técnicas muy particulares chinas, la existencia de desordenes genéticos específicos de un grupo étnico chino y de indígenas en América, el parecido en algunas representaciones de alfarería con aspecto oriental, las evidencias lingüísticas a lo largo de América, los objetos “fuera de sitio” encontrados en América como un busto romano o figuras egipcias en Centroamérica, las famosas gallinas asiáticas encontradas en América durante la conquista y otros muchos de estos llamados misterios.
Las grandes flotas chinas, como las comandadas por el eunuco Zheng-He, a quien se le atribuyen históricamente siete expediciones de exploración, casi todas durante el reinado del emperador Zhu-Di de la dinastía Ming. Para 1407, debían existir unas 1,700 naves y unos treinta mil miembros de la Flota del Tesoro al mando de Zheng-He. Las mayores de estas naves podían tener una longitud de 180 o 190 metros según se puede deducir de las evidencias existentes, pero además tenían barcos para transportar tropas, animales, plantas, alimentos, soldados y todo cuanto se pudiera necesitar para extensos viajes de años por los mares; y una logística impresionante que no improvisaba: Es escorbuto y las enfermedades venéreas eran muy raras entre la tripulación a manera de ejemplo. Esos barcos son los que se ven mas grandes en el famoso mapa de Fra Mauro y uno en particular, cruzando el Cabo de Buena Esperanza, y dentro del mapa, una de las notas dice: “En el año 1420 un buque o junco de las Indias cruzó directamente el Océano Índico en la dirección de las Islas de los Hombres y las Mujeres, más allá del Cabo Diab [...] 2.000 millas después las condiciones empeoraron y volvió en 70 días al Cabo Diab”.
Y si lograron tales hazañas marítimas, ¿Pudieron ser esos marinos y cartógrafos los autores de estos mapas del mundo que hoy causan admiración? La necesidad para conocer las distancias correctas era una necesidad no solo para Europa, porque China dominaba los mares y las rutas comerciales de altamar y seguramente ya había puesto pie en otras tierras. Por ejemplo, se dice que el capitán James Cook llevaba una copia de antiguos mapas que mostraba tierras en lo que hoy es Australia.
Maquetas de un buque del tesoro y de una carabela de Colón (fuente: ThoughtCo |
Al parecer los chinos venían trabajando en ello desde mucho antes, y de hecho tenían mapas estelares muy precisos que les permitía medir la latitud correctamente. Para el siglo XV, la medición de la longitud correcta les permitió elaborar mapas con errores muy pequeños, tanto como veinte millas marinas en una distancia que va de Ciudad del Cabo a Djibuti que son unas siete mil millas marinas.
Los chinos fueron grandes astrónomos. Se tienen registros de acontecimientos astronómicos que datan de los siglos II y III AC, tenían el conocimiento que la Tierra era una esfera, y habían desarrollado un método en el que se dividía la Tierra en una cuadrícula que tenía trescientos sesenta y cinco divisiones y cuarto, tanto el longitud como el latitud. El número de divisiones se debía al número de días del año, con la particularidad adicional que la longitud se medía a partir de Pekín, y la latitud a partir de la estrella polar en el norte, y de un punto medio entre las estrellas circumpolares en el sur.
Los astrónomos chinos llevaban registros minuciosos de cientos de estrellas desde modernos observatorios dotados con instrumentos especializados, midiéndolas noche tras noche desde diversos observatorios, además tenían cálculos muy precisos para la predicción de eclipses y hallaron el período de lunación con un error de un segundo por mes.
Desde el siglo VIII aproximadamente, los chinos ya sabían que la posición del sol cambiaba no solo a lo largo del día sino que lo hacía también según el día o la época del año y tiempo después calcularon correctamente la “Ecuación del Tiempo” que tiene en cuenta las diferencias de tiempo local y tiempo solar (en términos modernos).
La medición del tiempo de día se realizaba utilizando al Sol, y en la noche se utilizaban instrumentos como avanzados relojes de agua que se calibraban de día a través de los instrumentos estándar.
La exactitud en la predicción de eclipse fue clave para la determinación del cálculo de la longitud. Los Chinos habían encontrado que existen cuatro fases claramente definidas en un eclipse: El primer contacto, la totalidad, el segundo contacto y la salida.
Al momento de ocurrir el tercer evento (El segundo contacto), se observaban y anotaban las estrellas que pasaran en ese momento por el meridiano local. La observación de las estrellas se realizaba también en Pekín y en otros observatorios, anotando las estrellas del meridiano local a intervalos determinados.
Una vez en Pekín, las observaciones se cotejaban y se podían realizar los cálculos teniendo en cuenta las estrellas que pasaban por el meridiano en el momento del eclipse. Esto permitía que aunque el eclipse no fuera visible en Pekín, se pudieran cotejar las observaciones basados en el tiempo y día de la observación. Esto daba como resultado una medida angular que permitía determinar con exactitud la posición al este o al oeste de Pekín donde se realizó la observación y por lo tanto, medir las distancias de manera precisa. Una solución que nos muestra una vez mas que el ingenio y la inteligencia científica han existido desde siempre, sin necesidad de recurrir a las ayudas externas.
Esto pasaba casi trescientos años antes que Europa encontrara una solución parecida a la que llevaban utilizando los chinos siglos antes, y es muy tentador pensar que el intercambio cultural hacia los siglos XIV y XV fue mayor del que pensamos hoy entre oriente y occidente, y que eso ayudó a la explosión cultural del Renacimiento … (Ups! Por favor disculpen si esto parece herético o incorrecto).
Pruebas de observatorios chinos se han encontrado por todo el Pacífico y el Índico, y tal vez algunas de las extrañas construcciones en América puedan ser restos de esas mismas estructuras.
Existe una gran cantidad de literatura acerca de estos temas y de la influencia China en la antigüedad, sus viajes de exploración, sus avances técnicos y científicos, así como la explicación al motivo por el cual los emperadores Chinos no continuaron las exploraciones de la Flota del Tesoro.
En otra publicación hablaré algo sobre los observatorios chinos y su equipamiento, por el momento, espero que estas líneas, que no pretender dictar cátedra, sean un motivo para explorar nuevas opciones y tratar de ver la historia desde otros puntos de vista.
Hasta la próxima.