Píldoras de historia: La Eterna Diosa, el viaje de Inanna de Uruk a Roma

Recorriendo las historias que he tenido el placer de escuchar, de grandes historiadores y libros maravillosos, siempre me encuentro con algo particular: Muchas hechos históricos o ficticios, mitológicos o religiosos que conocemos, tienen generalmente unas raíces muy profundas atrás en el tiempo.

Lo que quiero compartir hoy no es la excepción, es casi la norma, y se trata de los dioses que llegaron hasta nuestros días...

El caso particular, es el de la Diosa Inanna, algo así como una especie de Diosa eterna literalmente. 

Desde las fértiles tierras de Sumeria, una poderosa y compleja deidad femenina inició un viaje milenario a través de las civilizaciones, transformando su nombre y adaptando sus mitos, pero manteniendo siempre su esencia como diosa del amor, la guerra y la soberanía. Se trata de Inanna, la “Reina del Cielo”, cuya influencia se extendió desde la antigua ciudad de Uruk hasta el corazón del Imperio Romano, dejando una huella indeleble en la mitología y la religión del mundo antiguo.

Hacia el IV milenio a.C., en la vibrante metrópolis de Uruk, una de las primeras grandes ciudades de la humanidad, el culto a Inanna ya se encontraba firmemente establecido. Como deidad patrona de la ciudad, su presencia era central en la vida de sus habitantes. Su templo principal, el Eanna o la “Casa del Cielo”, no era solo un centro religioso, sino también un núcleo económico y administrativo que dominaba el paisaje urbano.

Los sumerios veneraban a Inanna como una diosa de asombrosa dualidad. Era la personificación de la fertilidad y la abundancia, la garante de las cosechas y la prosperidad del ganado, como se representa vívidamente en el famoso Vaso de Uruk. Al mismo tiempo, era una temible diosa de la guerra, implacable en la batalla. Su dominio se extendía también a la esfera del poder político y la justicia.

Astronómicamente, Inanna estaba indisolublemente ligada al planeta Venus, la estrella de la mañana y de la tarde. Esta dualidad celeste reflejaba a la perfección su carácter: como estrella matutina, anunciaba el día y la guerra; como estrella vespertina, traía la noche, el amor y la sensualidad. Sus símbolos más sagrados eran el león, por su ferocidad, y la estrella de ocho puntas, representando su manifestación celestial.

Los mitos sumerios, como el célebre “Descenso de Inanna al Inframundo”, nos la presentan como una deidad ambiciosa, inteligente y consciente de su poder. Su viaje al reino de los muertos y su posterior regreso han sido interpretados como una alegoría de los ciclos de la muerte y el renacimiento en la naturaleza, consolidando aún más su papel como fuerza vital del cosmos. Me pregunto si esto no nos suena familiar al relato de Orfeo buscando a Eurídice o al mismo Jesús descendiendo al reino de los muertos luego de su crucifixión, solo por poner un par de ejemplos.

Con el ascenso del Imperio Acadio bajo el reinado de Sargón el Grande (c. 2334-2279 a.C.) (Alguien del cual hablaré pronto), la cultura sumeria y la acadia se entrelazaron profundamente. En este proceso de sincretismo, Inanna fue asimilada por la diosa semita Ishtar. Aunque en un principio pudieron ser deidades distintas, la fusión fue tan completa que Ishtar adoptó la mitología, los atributos y los centros de culto de Inanna. La poetisa y suma sacerdotisa Enheduanna, hija de Sargón, jugó un papel crucial en este proceso al componer himnos que unificaban a ambas diosas, elevando a Inanna-Ishtar a una posición de preeminencia en todo el imperio.

Ishtar heredó la complejidad de Inanna, pero su faceta como diosa de la guerra se acentuó aún más en las culturas babilónica y asiria. Era la protectora de los reyes, una fuente de su poderío militar y una figura central en la ideología imperial. La monumental Puerta de Ishtar en Babilonia, adornada con leones y dragones, es un testimonio perdurable de su importancia. En Asiria, su culto era tan vital que llegó a rivalizar e incluso a superar en devoción al dios nacional, Assur.

A medida que la influencia mesopotámica se extendía hacia el oeste, la figura de Ishtar viajó con las caravanas comerciales y las campañas militares. En la costa del Levante, entre los pueblos cananeos y fenicios, fue sincretizada con una deidad local de características similares: Astarté (Ashtart).

Astarté, al igual que sus predecesoras, era una diosa del amor, la fertilidad y la guerra. Los fenicios, grandes navegantes y comerciantes, llevaron su culto por todo el Mediterráneo. Ciudades portuarias como Sidón, Tiro y Biblos se convirtieron en importantes centros de su adoración. A través de sus colonias, desde Chipre hasta la Península Ibérica, Astarté se convirtió en una deidad internacional. Su iconografía a menudo la representaba desnuda, a veces alada o con cuernos, símbolos de su poder divino y su conexión con la naturaleza.

La fama de esta poderosa diosa llegó hasta el Egipto del Reino Nuevo (c. 1550-1070 a.C.), una época de intensos contactos diplomáticos y comerciales con el Próximo Oriente. Los egipcios, reconociendo su poderío bélico, adoptaron a Astarté en su panteón principalmente como una diosa de la guerra, protectora de los caballos y los carros de combate, elementos cruciales en la maquinaria militar faraónica.

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En Egipto, Astarté fue asociada con diosas guerreras nativas como Sekhmet y Anat (otra deidad de origen semita). Se la consideraba hija del dios sol Ra o del dios creador Ptah, y a menudo se la representaba como la consorte del dios Set, a quien se le atribuían características foráneas y turbulentas. Su presencia en Egipto demuestra la fluidez y la interconexión de las creencias religiosas en el mundo antiguo.

El último y más conocido capítulo de este extraordinario viaje divino tuvo lugar en el mar Egeo. A través del comercio con los fenicios, especialmente en enclaves como la isla de Chipre, el culto a Astarté llegó a las costas de Grecia. Los griegos, al encontrar a esta diosa oriental del amor y la sensualidad, la identificaron con una de sus propias deidades: Afrodita.

Los orígenes de Afrodita, especialmente en sus cultos más antiguos en Chipre y Citera, revelan una fuerte influencia oriental. El mito de su nacimiento de la espuma del mar, tras la castración de Urano, tiene paralelismos con narrativas de creación del Próximo Oriente. Afrodita heredó la dualidad de Inanna-Ishtar: por un lado, era Afrodita Urania, la “Celestial”, diosa del amor puro y espiritual; por otro, era Afrodita Pandemos, “de todo el pueblo”, asociada al amor físico y la procreación. Incluso su faceta guerrera, aunque menos prominente, pervivió en ciertos cultos, como en Esparta, donde se la veneraba como Afrodita Areia ("Guerrera").

Finalmente, con la hegemonía de Roma, el panteón griego fue en gran medida asimilado. Afrodita se convirtió en Venus. Aunque Venus era originalmente una diosa itálica de los huertos y la primavera, adoptó toda la mitología, el erotismo y el poder de la Afrodita griega. Así, la diosa que comenzó su andadura en los albores de la civilización en Uruk, encontró su reflejo final en la Venus de la Roma imperial, completando una odisea religiosa de casi cuatro milenios.

El viaje de Inanna a través de las culturas es un poderoso testimonio de la capacidad humana para reconocer y adaptar arquetipos universales. En la figura de esta diosa multifacética, las civilizaciones del antiguo Próximo Oriente y del Mediterráneo encontraron una forma de expresar las fuerzas más fundamentales de la existencia: la vida y la muerte, el amor y el conflicto, la creación y la destrucción. Su legado, tejido en los mitos y las religiones de medio mundo, demuestra que, aunque los nombres cambien, la esencia de lo divino a menudo perdura.


Lo mismo para el caso de.... Mejor lo dejo para otra píldora .. Chau!

Comentarios

  1. Es también muy interesante como las culturas vincularon los aspectos comunes de su naturaleza observable astronómica (astro brillante, periódicamente Matinal y vespertino) suscitó leyendas asimilables a aquellas creadas por la cultura Sumeria de donde se "originó".
    En culturas ajenas a la cuenca mediterránea, como fue america del sur, india o China, que características se atribuyeron a nuestro vecino planetario?

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  2. Excelente información! Gracias Edgar!

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