Píldoras de historia; Vándalos, Sicarios, Fariseos … Y otros por el estilo
Hace poco (Cosa que no es rara por estos días en este país), observaba una noticia sobre un "Grupo de vándalos" que dañaban estaciones del sistema de transporte, ese mismo día, la noticia de un sicario disparando a un comerciante...
Me puse a pensar que eso era un buen tema para mi blog, y luego de pensarlo un poco (mmmmmmmmmm …) me senté a escribir e investigar a fondo para tener mejores y más nuevas referencias.
Pero, para no hacerlo tan aburrido, decidí buscar otras palabras que en este momento, en nuestro entorno y en mucho de nuestro mundo moderno, son peyorativas, y, lo que no saben muchas personas, es que en su orígen, ni eran tal como nos muestra la historia o terminología o simbología moderna. Por lo tanto y sin tanto preámbulo, comencemos:
- Samaritanos, Los guardianes del Monte Guerizin:
Como se sabe, los Samaritanos eran enemigos (religiosos y en muchas ocasiones enemigos de hecho) del pueblo judío, tal como se relata en el Nuevo Testamento.
La raíz del conflicto entre judíos y samaritanos se encuentra en dos relatos de origen fundamentalmente opuestos. Estas no son meras crónicas históricas, sino narrativas fundacionales que buscan legitimar la identidad, las prácticas religiosas y las reivindicaciones territoriales de cada comunidad.
El escenario para la división se estableció alrededor del año 926 a.C., tras la muerte del rey Salomón. Las tensiones tribales y los altos impuestos llevaron a la secesión de las diez tribus del norte, que formaron el Reino de Israel, con su capital finalmente establecida en la ciudad de Samaria. Las dos tribus del sur, Judá y Benjamín, constituyeron el Reino de Judá, con su capital en Jerusalén.
Este cisma político fue el pecado original que sentó las bases para una futura y cada vez más profunda divergencia religiosa.
Según la tradición en la Biblia Hebrea, la tradición Judía y la tradición Samaritana, el orígen de los Samaritanos ya como grupo distintivo se puede rastrear a la conquista del Reino del Norte por parte del poderoso Imperio Asirio, en el 772 AC.
La estrategia Asiria era simple pero poderosa: Deportación de élites locales y repoblación de los territorios conquistados, con pueblos de otras partes del imperio, un imperio vastísimo con grandiosas ciudades como Babilonia, de tal manera que se rompía la identidad de los conquistados.
Así, los israelitas que quedaron atrás, se mezclaron con estos pueblos "sembrados" y se creó un "sincretismo" religioso y cultural, fusionando por ejemplo la adoración a Yahveh con prácticas y deidades paganas. Ahora, para los Judíos del sur, que regresarían después de la liberación por parte del rey Darío, ya no eran considerados "un pueblo cien por ciento elegido por Dios ni puro".
Esta percepción de impureza racial y herejía religiosa se convirtió en la justificación principal de la animosidad y la exclusión. Tanto es que, al volver del exilio, comenzaron a reconstruir el Templo de Jerusalén. Los samaritanos ofrecieron su ayuda, pero los líderes judíos, como Zorobabel y Esdras, los rechazaron brutalmente, considerándolos extranjeros e impuros
Los samaritanos rechazan categóricamente esta narrativa.
Se consideran a sí mismos los descendientes directos y puros de las tribus del norte de Israel —principalmente Efraín y Manasés (los hijos de José) y Leví— que nunca fueron exiliados y que han mantenido una presencia ininterrumpida en la Tierra Santa.
Se autodenominan Shamerim, que significa "Los Guardianes" (de la Ley), o Bnei Yisrael ("Hijos de Israel"), distinguiéndose deliberadamente de los Yehudim ("Judíos"), a quienes consideran un grupo separado. Desde su perspectiva, el verdadero cisma ocurrió mucho antes de la conquista asiria. Sostienen que el santuario original y legítimo de todo Israel estaba en el Monte Guerizín.
La ruptura se produjo, según su tradición, cuando el sacerdote Elí abandonó este lugar sagrado para establecer un culto rival en Silo, un acto que finalmente condujo al desarrollo del judaísmo centrado en Jerusalén. Por lo tanto, en su propia visión, no son una secta herética, sino la continuación auténtica y no corrompida del antiguo Israel, mientras que el judaísmo es la rama que se desvió.
Estas dos narrativas de origen son mutuamente excluyentes y sirven a propósitos teológicos y políticos cruciales. La versión judía sobre el origen mixto no es solo una descripción histórica, sino una herramienta de deslegitimación.
Al etiquetar a los samaritanos como "mestizos" y "paganos", se justificaba teológicamente su exclusión de la comunidad de la alianza y se invalidaba su reclamo sobre el sacerdocio y la santidad del Monte Guerizín.
A su vez, la narrativa samaritana es una contranarrativa de resistencia. Al posicionarse como los descendientes puros que mantuvieron el culto en el lugar original designado por Dios, se presentan como los verdaderos herederos de las promesas de la alianza. En esencia, el conflicto sobre los orígenes es una lucha por la definición misma de "Israel".
Ahora, como tengo que hablar de otras palabras, les prometo que luego abordaré un blog sobre Samaria, sobre su Rey Omri, sobre la ciudad de Samaria, sus rutas comerciales y su esplendor militar y político.
En resumen, La razón por la que encontrar un "buen samaritano" era considerado una contradicción en la época de Jesús se debe a un profundo resentimiento histórico, religioso y étnico que se había gestado durante siglos. Para los judíos de Judea, los samaritanos eran vistos como un pueblo impuro y herético, pero, según eso, ¿Piensas que eran malos?
- Fariseos, los vilipendiados:
La transformación del término "fariseo" es quizás uno de los ejemplos más notables de cómo una palabra que designaba a un grupo religioso específico puede convertirse en un epíteto universalmente negativo.
Este cambio no fue gradual ni accidental, sino el resultado directo de un conflicto teológico cuya narrativa ha moldeado la civilización occidental.
Este "San Benito" tan malo tiene una etimología muy interesante.
El término "fariseo" proviene del latín tardío Pharisaeus, que a su vez deriva del griego Φαρισαῖος (Pharisaîos). Su raíz última se encuentra en el arameo pĕrīšayyā y el hebreo pĕrūšīm, cuyo significado es "separados". Este nombre probablemente aludía a su "separación" de las prácticas de otros judíos considerados menos estrictos, así como a su meticulosa dedicación a la pureza ritual y al estudio profundo tanto de la Ley escrita (la Torá) como de la Ley Oral, una tradición interpretativa que consideraban igualmente vinculante.
Lejos de entender a los fariseos como unos marginales, eran, de hecho, uno de los grupos de pensamiento más influyentes y populares en lo que era el reino de Judea en la época del Segundo Templo (516 AC - 70 DC), y muchas veces entraban en conflicto con otras facciones, como lo Saduceos, a quienes consideraban solo unos aristócratas conservadores.
Sus creencias fundamentales, que incluían la fe en la resurrección de los muertos (Algo muy importante que, inclusive, tendrá su influencia posterior en la historia Bíblica), la existencia de un mundo espiritual con ángeles y demonios, y la soberanía de Dios junto con el libre albedrío humano, resonaban profundamente en el pueblo. Su papel fue tan crucial que, tras la catastrófica destrucción del Templo de Jerusalén por los romanos en el año 70 d.C., fueron sus enseñanzas las que sentaron las bases del judaísmo rabínico.
Fueron los fariseos quienes compilaron la Mishná, un compendio de la Ley Oral que aseguró la supervivencia y continuidad del judaísmo en la diáspora.
Ahora, ese cambio semántico del término Fariseo, es casi totalmente a causa de la representación o caracterización que de ellos se hace en el Nuevo Testamento, acusándolos de cosas como "Enemigos de Jesús".
El capítulo 23 del Evangelio de Mateo, escrito entre el 70 y 110 DC aprox.), es particularmente infame con ellos, consistiendo en una serie de denuncias en las que Jesús se dirige a ellos con la frase "¡Ay de ustedes, maestros de la Ley y fariseos, hipócritas!".
Son tres motivos principales la causa de sus diatribas contra los fariseos.
La hipocresía y el aparentar sentimientos como la piedad, la caridad o el seguimiento de las reglas religiosas, falsamente mostradas en público. La otrra era el asunto de la legalidad de su propia esencia como grupo, ya que los acusaban de ese enfoque obsesivo en los detalles y minucias de la Ley, mientras descuidaban los principios de justicia, misericordia y fé. Por último, la búsqueda de una glorificación humana, a través de acciones solamente enfocadas a que sean vistos por los demás hombres, a modo de demostración, para que sean considerados los mejores, y no por una devoción sincera.
Esta poderosa y repetida caracterización en un texto que se convertiría en fundacional para la civilización occidental tuvo un efecto indeleble.
La compleja realidad histórica del fariseísmo fue eclipsada por esta descripción polémica. Como resultado, el uso moderno de "fariseo", tal como lo recoge el diccionario de la Real Academia Española, es un sinónimo directo de "hipócrita", "falso" y "farsante", despojado casi por completo de su significado histórico original.
El proceso de esta transformación revela un mecanismo fundamental en la historia de las ideas. El cristianismo primitivo surgió como una secta mesiánica dentro del judaísmo, compitiendo con corrientes establecidas como el fariseísmo por la correcta interpretación de las escrituras y la definición de la verdadera fe. En la narrativa de los Evangelios, escrita en un período de creciente tensión y eventual separación entre las comunidades judía y cristiana, varias décadas después de la muerte de Jesús, los fariseos fueron moldeados en el papel del antagonista teológico.
Con la ascensión del cristianismo a religión dominante del Imperio Romano y de Occidente, su versión de la historia se convirtió en la versión aceptada. La descripción polémica de los fariseos fue reinterpretada no como la perspectiva de un conflicto interno religioso-filosófico, sino como un retrato histórico objetivo.
Este proceso no fue una simple evolución lingüística, sino un acto de "cambio total de carácter" histórico-teológico, cuyas consecuencias han perdurado durante milenios.
Entonces, eran los fariseos ¿"Unos fariseos"?
- Los Vándalos: Esos inimaginablemente salvajes:
Los vándalos, originalmente, eran un pueblo oriental que puede trazar sus orígenes en Escandinavia.
Estos, como muchos otros pueblos, realizaron grandes migraciones, en especial durante el Período de las Migraciones (300-700 DC), cruzando Europa a través del Rin, invadiendo la región actual de Francia y se establecieron el la península Ibérica. Su mayor logro fue cruzar el estrecho de Gibraltar y establecer un poderoso reino en el norte de África, con capital en Cartago, desde donde controlaron las vitales rutas comerciales del Mediterráneo occidental.
Pocos pueblos en la historia han visto su nombre tan inextricablemente ligado a un acto de destrucción como los vándalos. La palabra "vandalismo" es hoy un término común para describir la destrucción gratuita de la propiedad, especialmente la pública o artística.
Este legado semántico, sin embargo, es el producto de un único evento histórico, magnificado por la memoria colectiva y formalizado lingüísticamente más de mil años después.
Pues bien, ese único evento se refiere al "Saqueo de Roma", un evento ocurrido en el 455 DC.
Este se produjo durante un período de gran inestabilidad política y militar del Imperio Romano, luego del asesinato del emperador Valentiniano III.
El rey Vándalo Genserico zarpó desde Cartago y sometió a Roma a un gran saqueo durante dos semanas, pero, a diferencia de otros ataques como en de los Visigodos durante el saqueo del 410 DC, el saqueo organizado por Genserico fué mucho más "ordenado" por decirlo de una forma menos dura.
Es clave el hecho en el cual el Papa León I, intervino para que se evitara una masacre generalizada, y el incendio de la ciudad, aunque en saqueo fué exhaustivo, sistemático y podría decirse que milimétrico.
Se llevaron casi todos los tesoros de roma, incluyendo gran parte del tesoro ttaido de l Templo de Jerusalén por el emperador Tito.
La narrativa posterior, sin embargo, tendió a enfatizar una supuesta destrucción indiscriminada de obras de arte y monumentos.
A pesar de la notoriedad del saqueo, la conexión directa entre el nombre del pueblo y el concepto abstracto de destrucción no se formalizó hasta mucho más tarde.
Fue en 1794, en el apogeo de la Revolución Francesa, cuando el obispo constitucional Henri Grégoire acuñó el término vandalisme en un discurso ante la Convención Nacional. Lo utilizó para denunciar la destrucción de monumentos y obras de arte religiosas por parte de los revolucionarios más radicales, comparando sus acciones con las que se atribuían a los vándalos en Roma.
El neologismo fue un éxito inmediato y se extendió rápidamente por toda Europa.
El término acuñado por Grégoire solidificó la asociación. Hoy, un "vándalo" es, según la definición de la RAE, una persona "que comete acciones propias de gente salvaje y destructiva". El significado moderno está completamente despojado de su contexto histórico y se aplica a cualquier acto de depredación sin sentido,
Así, se cambió la memoria histórica a través de la aplicación intencionadamente equivocada de una significación errada de un término.
Por eso creo que decirle hoy vánlado a unos simples gamberros es darles más de lo que realmente se merecen.
- Los bárbaros, que decir de ellos, pues que son unos bárbaros:
Este término hoy encarna la antítesis de la civilización, y está ligado a la crueldad, a la ignorancia y a la destrucción.
Pero, como veremos, su origen es mucho menos cruel como término, y eso revela cómo la percepción de una diferencia en un término se convierte en uno de los primeros pasos para justificar por ejemplo la destrucción de una jerarquía social, un pueblo o grupo, y además, la justificación para el dominio sobre éstos.
El término tiene su origen en la Antigua Grecia. La palabra βάρβαρος (bárbaros) era fundamentalmente onomatopéyica. Para los oídos helénicos, las lenguas de los pueblos extranjeros sonaban como un balbuceo ininteligible, una repetición de sílabas sin sentido que imitaban como "bar, bar, bar". Inicialmente, la palabra no tenía una connotación negativa inherente. Simplemente significaba "extranjero" o "no griego" y se aplicaba a todos por igual, incluyendo a miembros de civilizaciones altamente desarrolladas y respetadas como los egipcios, los persas y los fenicios.
Era un término descriptivo, no un juicio de valor.
Cuando Roma conquistó Grecia y asimiló gran parte de su cultura, también adoptó su vocabulario. Los romanos comenzaron a usar el término barbarus para referirse a todos los pueblos que habitaban fuera de las fronteras de su imperio, es decir, a aquellos que no eran ni griegos ni romanos. Sin embargo, en manos de una potencia imperial en constante expansión, el término comenzó a cargarse de un matiz despectivo.
La diferencia cultural y lingüística dejó de ser una simple distinción para convertirse en una marca de inferioridad. Lo "bárbaro" pasó a ser sinónimo de "incivilizado", "salvaje" y culturalmente inferior a la pax romana.
Durante el Período de las Migraciones (300-700 DC), este término se consolidó con su significado peyorativo, pues ya se decía de este período que fué el período de "las invasiones bárbaras". La serie de incursiones de pueblos germánicos, hunos y otros grupos que finalmente llevaron al colapso del Imperio Romano de Occidente en el siglo V d.C. grabó en la memoria histórica de Occidente la imagen del "bárbaro" como un destructor violento y sin cultura.
Esta narrativa, que presentaba la caída de Roma como el triunfo de la barbarie sobre la civilización, ha demostrado ser increíblemente persistente, eclipsando la compleja realidad de estos pueblos.
Lejos de ser meros destructores, fueron agentes de un cambio profundo, y sus reinos sentaron las bases de las naciones que conformarían la Europa medieval.
El término bárbaro entonces, es uno de esos casos en los que el poder del lenguaje utilizado de manera adecuada, construye, refuerza y finalmente logra disociar su significado original por uno totalmente diferente, opuesto y de connotaciones peligrosas. Así, hoy pensamos que la civilización o cultura Greco-Romana se forjó, engran medida, por su oposición a esos "otros" incivilizados que eran los pueblos bárbaros.
Pero si revisamos la historia de algunos de esos pueblos, tenía de todo menos de lo que hoy denominaríamos como bárbaros. Por ejemplo, los mismos Vándalos, Godos, Visigodos, Alamanes, Galos, Teucros, y otros cientos de etcéteras, tenían sistemas culturales importantes y en algunos casos, casi iguales a las de los Romanos o Griegos, y con sus propios desarrollos teccnológicos. No eran hombres con taparrabos y con idiomas balbucenates, eran grupos humanos con culturas desarrolladas también.
Los verdaderos bárbaros en realidad no eran "tan bárbaros" ¿Cierto?
- Dictador, El poder llevado al extremo:
Este es uno de los ejemplos más grandes de lo que es la "corrupción" de un concepto en algo inequívocamente negativo.
Pocos términos políticos evocan una imagen tan inequívocamente negativa como "dictador". En el imaginario moderno, es sinónimo de autocracia, tiranía y opresión. Sin embargo, esta connotación es el resultado de la reinvención semántica de una institución que, en su forma original, fue concebida precisamente para preservar la libertad y el orden constitucional.
En la República Romana, el dictator no era un tirano, sino una magistratura extraordinaria, legal y respetada, prevista en la constitución para tiempos de crisis extrema. Cuando la República se enfrentaba a un peligro inminente, como una invasión militar o una grave sedición interna, el Senado podía autorizar a los cónsules a nombrar a un único magistrado con poderes supremos para resolver la crisis.
El propósito era superar la parálisis que podía generar el poder dividido de los dos cónsules y restaurar la unidad de mando, emulando temporalmente la acción enérgica de la antigua monarquía.
Los poderes del dictador, conocidos como imperium summum, eran casi absolutos.
Las demás magistraturas quedaban subordinadas a él y no existía el derecho de apelación (provocatio ad populum) contra sus decisiones.
Sin embargo, este poder inmenso estaba sujeto a límites estrictos e infranqueables. El más importante era el temporal: el mandato de un dictador no podía exceder los seis meses, o debía concluir tan pronto como la emergencia que motivó su nombramiento hubiese sido resuelta, lo que ocurriera primero. Además, el dictador no podía modificar las leyes fundamentales de la República ni disponer de los fondos públicos sin la autorización del Senado.
La institución se basaba en la confianza en la virtus (virtud cívica) del ciudadano elegido, quien, una vez cumplida su misión, debía deponer el poder y volver a su vida privada.
Luego de la Segunda Guerra Púnica, esa magistratura no se usó por más de un siglo, pero (Siemre hay un pero en la historia), en el año 82 AC, Lucio Cornelio Sila, vencedor en la guerra civil, se hizo nombrar como "dictator legibus scribundis et rei publicae constituendae", mejor, para ponerlo en buen español "dictador para la redacción de leyes y la restauración de la República".
Pero además fué el primero en romper la norma de los seis mese, y por el contrario, no lo utilizó para salvar a la República, sino para purgar al senado, las demás facciones política y de sus enemigos a través de proscripciones y reformó las leyes a su antojo. (Hoy por hoy, en el mundo pueden verse los nuevos Silas en acción).
Luego de estos actos de Sila y de otras guerras civiles, Julio César también ejecrció dictaduras hasta ser nombrado dictador perpetuo, eliminando así la esencia misma de esa magistratura. Ahí si se convirtió en el poder absoluto, y esto limpió y abrió el camnino para que llegara la disolución de la República y para que, en su lugar, llegara la época de los emperadores, comenzando por su propia gens, la Julio-Claudia.
Por tanto, el uso moderno de "dictador" es el legado directo de la versión corrompida de Sila y César, no de la magistratura republicana original de figuras como Cincinato.
El término se asocia universalmente con un gobierno autoritario, un poder obtenido y mantenido por la fuerza, y la supresión de las libertades, es decir, exactamente lo contrario de su propósito inicial de preservar la República.
- Tirano, los más malos de todos los políticos:
Al igual que "dictador", la palabra "tirano" es hoy uno de los términos más peyorativos del léxico político.
Sin embargo, su viaje semántico es diferente: no fue corrompido por la acción de sus últimos detentores, sino redefinido por el poder del pensamiento filosófico, que lo transformó de un descriptor de una forma de gobierno a un concepto moral universal.
El término proviene del griego τύραννος (týrannos), una palabra de origen probablemente lidio que significaba simplemente "señor", "amo" o "rey soberano". En su primera aparición documentada, en la poesía de Arquíloco en el siglo VII AC, se utiliza para referirse al rey Giges de Lidia sin ninguna connotación negativa inherente.
Históricamente, el fenómeno de la tiranía surgió en las ciudades-estado (polis) de la Grecia Arcaica (siglos VIII-VI a.C.).
Los tiranos eran típicamente individuos, a menudo aristócratas, que tomaban el poder por medios no constitucionales, es decir, por la fuerza o la aclamación popular, al margen de las leyes existentes. Lejos de ser siempre opresores, muchos de estos primeros tiranos llegaron al poder con el apoyo del pueblo (demos) como una reacción contra los abusos de las oligarquías aristocráticas.
Actuaban como árbitros en profundos conflictos sociales, impulsaban obras públicas, fomentaban el comercio y, en muchos casos, sentaron las bases para el posterior desarrollo de la democracia. Su gobierno era personal y extralegal, pero no necesariamente cruel o perjudicial para el pueblo.
El cambio semántico decisivo fue obra de los grandes filósofos del período Clásico, especialmente Platón y Aristóteles en el siglo IV a.C. Para ellos, la legitimidad de un gobierno no dependía de cómo se accedía al poder, sino de cómo se ejercía.
Crearon un sistema de clasificación de regímenes políticos basado en dos criterios: el número de gobernantes y si gobernaban en beneficio del bien común o en su propio interés.
En este marco, definieron la tiranía como el gobierno de uno solo en su propio beneficio, en contraposición a la monarquía, que era el gobierno de uno solo para el bien común.
La tiranía se convirtió así en la forma "desviada" o "corrupta" de la monarquía y, para Aristóteles, en la peor de todas las formas de gobierno. Platón fue aún más lejos, describiendo al tirano como el hombre más infeliz e injusto, un esclavo de sus propias pasiones, y a la tiranía como la antítesis de la justicia.
El criterio definitorio pasó a ser el gobierno sin ley, la arbitrariedad y el uso de la crueldad para mantenerse en el poder.
Esta redefinición filosófica fue adoptada y amplificada por la ideología de la democracia ateniense, que utilizaba la figura del tirano como el arquetipo del enemigo de la libertad, la igualdad y el imperio de la ley.
La visión de los filósofos, por su inmenso prestigio intelectual, se impuso sobre la realidad histórica más ambivalente de la tiranía arcaica.
Entonces, tenemos que el significado moderno de tirano es debido a la redefinición o cambio de significado otiginal, de manos, inicalmente de Platón y Aristóteles, pero, además, utilizando sus propios principios éticos y morales para tal definición.
Así, ese cambio semántico redefinió la reputación de una institución política en un símbolo de abuso de poder.
Si te dijera que encontraras a un tirano en el mundo, teniendo en cuenta su connotación original ¿Lo encontrarías?
- Sátrapa, el déspota arbitrario:
La palabra "sátrapa", utilizada hoy en día en el lenguaje coloquial para describir a una persona que gobierna de manera despótica y arbitraria, haciendo ostentación de su poder, tiene sus raíces en la sofisticada administración de uno de los mayores imperios de la antigüedad.
Su transformación semántica es un claro ejemplo de cómo la percepción de una cultura externa, en este caso la griega, puede definir la reputación de una institución extranjera para la posteridad.
El término "sátrapa" llegó al español a través del latín satrăpa y el griego σατράπης (satrápēs). Su origen se encuentra en el persa antiguo xšaθrapāvan, una palabra compuesta que significa literalmente "protector de la tierra" o "protector del país".
Este título designaba al gobernador de una provincia, llamada "satrapía", en los antiguos imperios medo y, sobre todo, persa aqueménida.
El sátrapa era un funcionario de altísimo rango, nombrado directamente por el Gran Rey persa. Sus responsabilidades eran inmensas: dentro de su provincia, era el máximo responsable de mantener el orden público, administrar justicia, recaudar los impuestos y tributos para el tesoro real, y reclutar y organizar contingentes para el ejército imperial.
En esencia, actuaba como un virrey, ejerciendo el poder administrativo y judicial en nombre del rey. El sistema de satrapías fue una innovación administrativa clave que permitió a los persas gobernar eficazmente su vasto y diverso imperio.
Para evitar la concentración excesiva de poder y posibles rebeliones, reyes como Darío I implementaron un sistema de controles, asignando a cada sátrapa un secretario y un comandante militar que respondían directamente al rey.
La connotación negativa del término no surgió dentro del propio Imperio Persa, sino a través de los ojos de sus principales rivales: los griegos.
Para los ciudadanos de las polis griegas, acostumbrados a una escala de gobierno mucho más pequeña y a formas de participación cívica, el poder y la riqueza de los sátrapas persas parecían exorbitantes y absolutos.
Escritores griegos como Heródoto y Jenofonte describieron las lujosas cortes de los sátrapas, su inmenso poder y su aparente capacidad para actuar con gran autonomía y, en ocasiones, de manera arbitraria.
Desde la perspectiva griega, que valoraba la moderación y el gobierno de la ley, la figura del sátrapa se convirtió en un símbolo del despotismo oriental, la corrupción y el lujo decadente. Aunque muchos sátrapas fueron administradores competentes y leales, fueron los casos de excesos de poder, intrigas y rebeliones los que capturaron la imaginación griega y moldearon la percepción del cargo.
Hoy, llamar a alguien "sátrapa" implica acusarlo no solo de gobernar despóticamente, sino de hacerlo con una arrogancia y una exhibición de poder que se consideran ilegítimas o de mal gusto. Es un individuo que, en una escala menor, emula la imagen de poder absoluto y arbitrario que los griegos atribuyeron a los gobernadores del Gran Rey.
La palabra, que originalmente significaba "protector del país", ha llegado a significar casi lo contrario: alguien que explota su dominio para su propio beneficio.
- Pontífice, el vicario de Cristo:
El término "pontífice", hoy universalmente asociado con el Papa, la máxima autoridad de la Iglesia Católica, tiene un origen profundamente arraigado en la religión y la ingeniería de la Antigua Roma.
La palabra "pontífice" proviene del latín pontifex, una palabra compuesta por pons ("puente") y el sufijo -fex (derivado de facere, "hacer" o "construir"). Su significado literal es, por tanto, "constructor de puentes". Si bien existen debates académicos, la interpretación más extendida sostiene que este título tenía un significado tanto literal como simbólico.
En la Roma arcaica, el río Tíber era considerado sagrado y una deidad. Construir un puente sobre él era un acto de gran importancia religiosa que requería ritos complejos para no ofender al dios del río. Por ello, el cargo de supervisar los puentes, especialmente el Pons Sublicius, el más antiguo de Roma, recaía en las más altas autoridades religiosas.
Simbólicamente, el pontifex era también quien construía un "puente" entre los dioses y los hombres, actuando como intermediario y supervisor de la correcta relación entre el mundo humano y el divino (pax deorum).
El pontifex era un miembro del Collegium Pontificum, el colegio de sacerdotes más importante de la religión estatal romana. La cabeza de este colegio ostentaba el título de Pontifex Maximus ("el mayor constructor de puentes" o "sumo pontífice"), la posición religiosa más influyente de Roma.
Sus responsabilidades eran enormes: supervisaba todo el culto estatal, interpretaba los presagios, controlaba el calendario (determinando los días fastos y nefastos), nombraba a otros sacerdotes importantes como las Vírgenes Vestales, y actuaba como el principal consejero del Estado en todos los asuntos religiosos.
Originalmente un cargo estrictamente religioso, con el tiempo se politizó.
En la República tardía, figuras como Julio César buscaron y obtuvieron el cargo de Pontifex Maximus por su inmenso prestigio. Con la llegada del Imperio, el título fue asumido por el propio emperador, comenzando con Augusto, fusionando así la máxima autoridad política y religiosa en una sola persona.
Entonces, cuando el cristianismo se convirtió en la religión dominante del Imperio, la nueva estructura eclesiástica comenzó a reutilizar o adoptar todo el lenguaje administrativo y religioso Romano. Así, el término Pontifex se comenzó a usar para denominar a los obispos cristiano, luego, con la creciente inlfuencia del poder eclesiástico romano, el término Pontifex Maximus se asoció al obispo de Roma como el principal deobispo de la cristiandad (Al menos e occidente).
Aunque el título fue abandonado por los emperadores cristianos, fue revivido durante el Renacimiento, un período de renovado interés por la cultura clásica. Desde el siglo XV, Pontifex Maximus (a menudo abreviado como PONT. MAX. en inscripciones y monedas) se convirtió en un título habitual para el Papa, una costumbre que continúa hasta hoy.
El Papa es llamado "Sumo Pontífice" porque, al igual que su homólogo romano, es visto como la máxima autoridad religiosa y el principal "constructor de puentes" entre Dios y la humanidad. La transición de este título es un testimonio del poder de la continuidad simbólica y de la habilidad de la Iglesia Católica para posicionarse como la heredera de la autoridad y la universalidad de Roma.
- Sicario, el asesino:
El término "sicario" evoca hoy en día la imagen sombría del crimen organizado, un asesino a sueldo que mata por dinero sin motivaciones ideológicas.
Sin embargo, sus orígenes se encuentran en el fervor político y religioso de un grupo que aterrorizó la provincia romana de Judea, utilizando el asesinato como arma política.
La palabra "sicario" proviene directamente del latín sicarius (plural: sicarii), que significa "hombre de la daga" o "portador de daga". El nombre deriva de su arma característica, la sica, una daga pequeña y curva que podían ocultar fácilmente bajo sus túnicas.
Los Sicarii fueron una facción disidente y extremista de los zelotes, un movimiento nacionalista judío que se oponía radicalmente a la ocupación romana de Judea en el siglo I DC.
Su modus operandi era el terror. Se mezclaban entre las multitudes durante las festividades en Jerusalén y, en un momento de descuido, apuñalaban a sus objetivos —generalmente romanos o colaboradores judíos— para luego desaparecer entre el pánico de la gente.
Según el historiador Flavio Josefo, los sicarios fueron una fuerza desestabilizadora clave que contribuyó al estallido de la Gran Revuelta Judía contra Roma (66-73 DC). Su fanatismo llegó a su fin en la fortaleza de Masada, donde, según Josefo, los últimos resistentes optaron por un suicidio en masa antes que rendirse a las legiones romanas.
Incluso en la propia Roma, el término sicarius comenzó a perder su especificidad.
La Lex Cornelia de Sicariis et Veneficiis, una ley promulgada por el dictador Sila, ya utilizaba sicarius como el término legal estándar para un asesino, desvinculándolo de su origen judío.
Sin embargo, la completa transformación y popularización del término en su sentido moderno es un fenómeno más reciente, especialmente visible en América Latina.
La palabra fue adoptada para describir a los asesinos a sueldo contratados por los cárteles del narcotráfico y otras organizaciones criminales. La figura del sicario, inmortalizada en la literatura y el cine, como en la película colombiana "La Virgen de los Sicarios", se convirtió en un arquetipo del asesino profesional, eficiente y desprovisto de motivaciones personales o ideológicas más allá del pago.
Mejor dicho, hoy es la representación de un asesino profesional que no lo hace por fervor religioso, liberador o religioso, sino por dinero, por encargo, convirtiéndolo en un mercenario del mal.
Wow! esto se alargó mucho ... Ya consumí todo el tinto que hice y tengo una lista todavía larga por mostrar...
Mala cosa, pero mejor dejo otro pedazo para después.
Buenas noches, y piensen en otras palabrejas que utilicemos mal y... Averigúen de donde vienen, tal vez se sorprendan.
Chau..
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